

Formentera, 12 septiembre 2025
A pesar de que el verano aun no ha llegado a su fin podemos decir que Formentera ha vivido unos meses marcados por temperaturas anómalamente altas, tanto en tierra como en el mar. La isla ha registrado medias superiores a lo habitual y un número récord de noches tropicales, un fenómeno que refleja con claridad el impacto del cambio climático en la zona.
Paralelamente, las aguas del Mediterráneo occidental han alcanzado niveles preocupantes. Con temperaturas que superaron los 29 grados, el mar presentó anomalías de hasta dos grados por encima de lo esperado para la época. Este incremento, lejos de ser un episodio aislado, se confirmó como una tendencia que se repite cada año con mayor intensidad.
El aumento sostenido del calor en el mar ya está teniendo consecuencias visibles sobre la biodiversidad marina. Algunas especies han migrado hacia otras latitudes, mientras que otras, incapaces de desplazarse, sufrieron un fuerte estrés fisiológico. Entre ellas, la posidonia oceánica se cree que será una de las grandes víctimas de este proceso.
La posidonia, considerada un pilar fundamental para la salud del ecosistema marino balear, comenzó a mostrar signos alarmantes de deterioro. Sus praderas no solo sirven de refugio y alimento a numerosas especies, sino que además protegen las costas de la erosión. La amenaza que enfrenta esta planta es, por tanto, un problema ecológico y también social y económico para Formentera.
Un verano marcado por el calor intenso
Los registros de la Agencia Estatal de Meteorología confirmaron que el verano en Formentera fue significativamente más cálido que la media histórica. En algunos puntos, las anomalías alcanzaron hasta dos grados por encima del promedio habitual. Además, se batieron récords de noches tropicales, con temperaturas mínimas que en ocasiones no bajaron de los 25 grados.
Este contexto de calor constante en tierra tuvo su reflejo en el mar. Las aguas superficiales del Mediterráneo occidental experimentaron un calentamiento sin precedentes, con picos que superaron los 30 grados. Según los investigadores, este fenómeno dejó de ser excepcional para convertirse en una dinámica recurrente que pone en jaque la estabilidad de los ecosistemas.
El impacto directo sobre la posidonia
A diferencia de especies que migraron hacia aguas más frías, la posidonia oceánica no tiene capacidad de desplazamiento. Los expertos alertaron de que esta planta comienza a morir si permanece más de dos semanas en aguas superiores a los 28 grados. Lo preocupante es que estos episodios, antes aislados, se repiten ahora cada verano.
El estrés térmico ya provocó floraciones atípicas en la posidonia, una estrategia de reproducción desesperada para contrarrestar la mortalidad. Sin embargo, la velocidad del calentamiento marino amenaza con superar su capacidad de adaptación. La pérdida de praderas de posidonia tendría consecuencias graves: reducción de la biodiversidad, mayor erosión costera y debilitamiento de un ecosistema clave para el Mediterráneo balear.
Cambio climático y un futuro incierto
Los científicos coincidieron en señalar que el proceso de calentamiento del mar no tiene marcha atrás en el corto plazo. Aunque la reducción de las emisiones de CO₂ podría ralentizar la tendencia, la recuperación de las condiciones previas a la era industrial necesitaría miles de años. Mientras tanto, el Mediterráneo continuará absorbiendo el exceso de calor generado por el efecto invernadero.
La posidonia se encuentra, por tanto, en una encrucijada. Su supervivencia dependerá de la capacidad de adaptación biológica, un factor incierto frente a un ritmo de calentamiento tan acelerado. Lo que está en juego no es solo la preservación de una especie, sino la estabilidad de todo un ecosistema del que dependen las costas y la biodiversidad de Formentera.

Soy Ramón Tur, quien está detrás de todo lo que se escribe y fotografía en esta web sobre Formentera.
Descubrí la isla en 1972 cuando mis padres, a bordo de la mítica Joven Dolores, me llevaron por primera vez a pasar unos días de vacaciones desde Ibiza y aquello fue un amor a primera vista que, con el paso del tiempo, se ha reforzado hasta convertir Formentera en mi lugar de residencia desde hace ya muchos años.
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